Opinión. Tengo que reconocer que le he dado más de una vuelta a la manera de enfocar estas líneas. He pensado en hablar de números, posibilidades, resultados, fútbol... he pensado en hablar de sentimientos, sensaciones, orgullo, poder... Mi cabeza luchaba por lo primero, mi corazón por lo segundo y, como tantas otras veces, el corazón franjirrojo siempre termina dominándolo todo. ¿Qué puedo decir? Pensar que el Rayo Vallecano está al nivel o es superior al Atlético de Madrid o al Real Madrid en una categoría tan avanzada como un juvenil, es para sentir una alegría inmensa. Ver cómo se dejan el alma por defender lo que todos amamos, una satisfacción sin igual.

Los chavales del Rayo Vallecano, ese Juvenil A que el domingo pudo ganar o pudo perder la liga, todavía no sé muy bien cuál de las dos circunstancias es la más apropiada (todo dependerá de esos números que he aparcado en mi cabeza), esos chavales se enfrentaban al Real Madrid de Guti, a ese club que no tiene ningún problema en pasearse por las instalaciones de tantos y tantos clubes (incluido el Rayo) y llevarse para su casa a lo mejor de cada lugar, ese club campeón a todos los niveles y en todas las competiciones en las que participa. Enfrente un escudo, una camiseta, una afición y, por encima de todo, una 'panda de gladiadores' que rozaron la gloria con el gol de Moreno, que volvieron a ver el cielo abierto con el empate de Martin y que sintieron alivio y resignación, mas rabia contenida, tras el empate de Gómez Castro en el descuento.

En la Ciudad Deportiva viví uno de esos momentos de la franja que te marcan. Los más de 1.200 aficionados presentes (como nunca o casi nunca), las caras de concentración de los chicos, empezar marcando, ver que incluso ante la adversidad los de la franja seguían y seguían, corrían, se desesperaban, lo volvían a intentar hasta conseguirlo... pura magia, puro sentimiento. En momentos como ese es cuando uno reafirma su convicción, su creencia, su amor... el Rayo tiene algo especial, el Rayo es más que un club (aunque otros quieran quedarse incluso con ese 'título'). Vallecas rugió para llevar a los suyos a lo más alto. Los Bukaneros se acordaban de Cifuentes y otros títulos que nada tienen que ver con el esfuerzo, el tesón y la pelea. Los de Dongil respondieron como saben. Jugaron bien, se vieron superados por momentos, reaccionaron, no se vinieron abajo y, al final, conservaron opciones de campeonato, pero, por encima de todo, un orgullo reforzado que nadie podrá poner en duda.

Este equipo tiene alma, el futuro está por venir. Algunos de ellos llegarán a la cima, muchos ya les han puesto nombre viendo su rendimiento, otros quizá no la alcancen, pero todos, absolutamente todos, conservarán el respeto y el aplauso de una afición que creyó en ellos y que, una vez más, les aplaudió a rabiar. El domingo sabremos si el esfuerzo de una larga temporada tiene el premio gordo o uno de consolación, pero, en cualquier caso, los campeones ya tienen el mayor de sus premios. Lo del domingo no caerá en saco roto, lo del domingo os pertenece para siempre. Gracias por el esfuerzo, campeones.