Cuatro puntos en casa de los últimos seis. Trece de los últimos veintiún puntos en juego. Se mire por donde se mire, las cifras del Rayo Vallecano en las últimas jornadas son espectaculares. Casi tanto como malas y negativas fueron las de un convulso inicio de temporada que seguimos pagando.

Pero hay margen para creer en la salvación. Concretamente 60 minutos de margen. Los que separan el primer gol de Santi Comesaña frente a la Real Sociedad y el postrero empate de William José que devolvía al rayismo a la cruda realidad.

Una hora de fútbol que nos permitió ver a dos Rayos muy diferentes: el que domina el juego, llega con peligro al área y aprovecha la efectividad que supone tener a jugadores de gran calidad en la plantilla; y al que le tiemblan las piernas, está lleno de dudas y de fallos de concentración en cuanto hay un pequeño imprevisto.

La diferencia entre el actual momento del conjunto franjirrojo y el inicio del campeonato es que donde antes el equipo se diluía como un azucarillo y encajaba duras goleadas o remontadas inesperadas, ahora logra arrancar uno (Real Sociedad) o tres puntos (Valladolid, Celta de Vigo o Eibar).

Por el camino podemos haber perdido la posesión y el ansia por el fútbol de toque en beneficio de una mayor efectividad y sobre todo competitividad.

Por eso hay margen para creer en la salvación. Hay margen para pensar que, jugando como se jugó durante más de media hora frente a la Real o durante más fases del encuentro frente al Celta, se puede obtener un buen resultado en Vitoria ante una de las sorpresas de esta Liga, aunque el partido sea lejos del calor de Vallecas.

El Rayo Vallecano está yendo de menos a más. Ya son cuatro partidos consecutivos sin perder y en el horizonte más inmediato están equipos como Leganés o Espanyol. Equipos que hace un mes se veían salvados y que el pasado domingo sintieron durante 60 minutos el aliento del descenso.