Opinión. Se apagaron las luces de mi estadio. Se apagaron las voces de las gargantas de mi gente. Se cerraron los ojos cansados por tanto sufrimiento concentrado en noventa minutos de fútbol. Se apagaron las ilusiones tempraneras y casi suicidas de los que creyeron que se podía plantar cara a un aspirante a Europa. Se acabó. El Sevilla llegó a Vallecas, puso a un tal Navas a correr por aquí, a un tal Banega a manejar el juego por allá, a un tal 'Mudo' Vázquez entre aquí y allá y a un André Silva por acá y por acuyá y se paseó ante la mirada atónita y en ocasiones ausente de los no sé cuántos mil rayistas congregados en las gradas de mi estadio (las nuevas y sucias y las viejas y sucias, hay cosas que no cambian).

Se apagaron las luces de mi estadio. Me quedé pensando en que hace unos meses esas mismas luces nos habían llevado a la Fuente de la Asamblea. Me quedé pensando en que el partido había empezado con la simbólica entrega de un título, ¡¡sí, de un título de mi Rayo!! Me quedé pensando que por Vallecas pasarán otra vez como un huracán el Valencia, el Madrid, el Barcelona, el Atlético, la revelación de la liga, el colista que te planta cara... Me quedé pensando en la ilusión de ese niño que veía a su Rayo en un 'flash televisivo' que decía que "Hoy el Rayo recibe al Sevilla".

Se apagaron las luces de mi estadio y charlé con compañeros mucho más preparados que yo para el análisis, la crónica y la contracrónica. Aprendo mucho de los postpartidos, muchísimo. Después de diez años contando la vida del Rayo tengo mucho que aprender. Hoy aprendí otra cosa: La ilusión, cuando choca con la realidad nunca puede convertirse en frustración o decepción, produce desasosiego, inquietud y malestar, pero si hay algo que en estos años he aprendido de la gente de mi Rayo es que mañana lunes seguirá igual de orgullosa de su Rayo que lo ha estado hoy pese a la dura derrota. El sábado la ilusión volverá y cuando se apaguen las luces del Wanda... todo volverá a empezar. Por hoy, se apagaron las luces de mi estadio.