Opinión. Tengo claro que después de leer este artículo bastantes rayistas van a dedicarme un sonoro "no estoy de acuerdo contigo" cuando no un "no tienes ni idea" pero aún así no he podido resistirme a escribirlo.

Desde hace ya varias semanas he leído (en las redes sociales) y escuchado (en charlas cara a cara) a importantes rayistas bastante desmotivados con el devenir del equipo en esta temporada 2018/2019. No estoy hablando de algunas celebrities televisivas que presumen en prime time de corazón franjirrojo sino de seguidores con más de dos, tres y hasta cuatro décadas como socios del club de Payaso Fofó que parecen haber perdido la ilusión por su Rayo Vallecano.

Y digo su Rayo Vallecano porque realmente pienso que el Rayo es suyo digan lo que digan los papeles de las acciones. Estos rayistas han visto a su club en la Peineta o en Vallehermoso exiliados de Vallecas. Estos rayistas han viajado a estadios como Atocha, Sarriá, San Lázaro, el Helmántico, Las Gaunas, el Lluís Sitjar... que los más jóvenes, probablemente, nunca conocerán. Estos rayistas han vivido no una sino dos veces (y alguno alguna más) el riesgo de desaparición real de nuestro equipo. Estos rayistas han llevado al estadio a nuevas generaciones de rayistas de cuna que son el futuro del Rayo.

Por estas razones y muchas más que podría enumerar (pero que prefiero reservar para mí) me produce una gran tristeza escucharles decir que les falta ilusión, que este año ni fú ni fá o que prefieren no bajar (o subir) al estadio tal y como están las cosas. Y la verdad es que uno no sabe qué decir en estos casos. Los asientos están como están. El estadio está como está. Y los baños, la ciudad deportiva, el palco, la cantera... En fin.

La ilusión perdida para estos rayistas ni siquiera ha repuntado por el hecho de estar en primera división. Me atrevería a decir que les da igual y que cambiarían la primera por jugar en regional si el Rayo Vallecano pasara a manos de sus socios. Es gente con la que solía cruzarme en los campos de Madrid, Canarias o Galicia en los tiempos de Segunda B. Es gente con la que me cruzo en la Ciudad Deportiva para ver partidos de tercera o de categorías inferiores. La división les da igual.

Es por ello que su desilusión me ha provocado un cierto desasosiego estas últimas semanas. No tenía manera de convencerles. Ni el hecho de que esta plantilla capitaneada por Míchel pueda marcar un antes y un después en la historia del Rayo si todo va medio normal les devuelve la ilusión perdida. ¿Cómo les convenzo si 24 horas antes de un partido ni siquiera sabíamos si se iba a jugar en nuestro estadio?

Mientras buscaba respuesta a la pregunta me vinieron a la memoria los malos momentos en los que (casi todo) el rayismo  estuvo unido: las 13 detenciones, la represión y los registros al corazón de la animación, las 17 querellas por Zozulya, las protestas para la marcha de los Ruiz Mateos, las protestas para la marcha de Presa... Y ahí está la clave. Ahí es donde creo que podrían recuperar la ilusión. Nunca antes cerca de 2000 rayistas se habían echado a la calle hartos de ver cómo su club se desangra. Eso une más que un ascenso. Porque el Rayo vive en las calles del barrio, en cada reivindicación, en cada acto social o solidario de una hinchada cuyos valores son referente para los amantes del fútbol de siempre.

Por eso os hicistéis del Rayo y por eso seguís siéndolo pese a que cada día os cuesta más escuchar la voz de una afición unida entre el ruido de las monedas que pudre lo que ahora llaman fútbol moderno. La lucha para que los clubes vuelvan a ser de sus socios continúa y cada vez más aficiones en España logran lo que en Vallecas aún se resiste. 

No es hora de bajar los brazos porque uno nunca sabe si hoy será el día en que consigamos nuestra victoria. Aunque de momento no hagamos otra cosa que llevarnos goleadas: en el césped, en la grada y en los despachos.