Con un Rayo totalmente irreconocible por sus nombres, Míchel quiso dar un premio a aquellos jugadores que han tenido poco o nulo protagonismo a lo largo de la temporada y, con la única salvedad de Comesaña, que ha perdido su sitio en los últimos tiempos, y Bebé, que es el único al que el técnico ha 'salvado' de entre sus habituales, se presentó en Tarragona con la supuesta intención de ser campeón de Segunda venciendo a un rival con el agua al cuello y en plena pelea por no abandonar el fútbol profesional.

El conjunto de Vallecas arrancó el choque desubicado y sin conexión entre líneas. Intentó Akieme reivindicar su sitio en un equipo al que llegó desde el filial con el aval de Míchel y donde no ha tenido ninguna opción de aparecer, pero su primer acercamiento a puerta acabó en un rebote que no sorprendió a Dimitrievski. Defensivamente el conjunto vallecano era un mar de dudas, con cuatro jugadores no habituados a jugar juntos. Los laterales prácticamente inéditos y los centrales con apariciones y desapariciones constantes fueron 'carne de cañón' para un Nástic que apenas tuvo que hacer mucho para ponerse en ventaja. Un centro lateral de Kakabadze, rematado por Alvaro tras dejar atrás a Velázquez y anticiparse a Amaya suponía el primer gol de un partido en el que el Rayo todavía no había aparecido. Los centrocampistas, Cerro y Elustondo, no se parecían en nada a los habituales Fran y Unai, mientras Comesaña, buscando ocupar zonas interiores, tampoco conseguía lucimiento. Bebé lo intentaba por la banda derecha, con Chori de despistado media punta y Javi Guerra como 'hombre-gol' venido a menos. Con todo esto, los nervios y la alarmante inseguridad de Mario quedaban enmarcados dentro de un clima general de Rayo flojo y deslavazado.

Tras el primer cuarto de hora, los vallecanos intentaron estirar algo sus líneas, pero cuando el partido parecía nivelado llegó Barreiro para volver a poner las cosas en su sitio. El golazo del delantero del Nástic, de espaldas a la portería y con Galán encima, dejaba más noqueado todavía a un equipo sin alma, a un equipo que nadie hubiera dicho que el año que viene jugará en Primera División. La infame primera media hora que había perpetrado el Rayo era de traca.

En el 34, un centro de Akieme desde la izquierda se envenenó tras golpear en un rival obligando a Dimitrievski a despejar a córner cuando el balón se colaba en su portería. La mejor ocasión del partido para los rayistas llegaba de rebote y sin ninguna intención de generar peligro, algo que sí intentó Bebé al filo del descanso con un balón que el portugués peleó hasta el final.

En la segunda mitad, el Rayo cambió la tendencia del partido, jugó más en campo catalán y al 'tran tran' llegó con algo más de peligro a las cercanías del área local. Poco mérito para un lamentable partido culminado por la auto-expulsión del Chori Domínguez. El argentino, con una amarilla, protestó al colegiado para enfilar camino de vestuarios a falta de media hora. Triste final de temporada para un jugador que volvió para ser protagonista, pero que no ha conseguido aportar ni la mitad de lo esperado.

La entrada de Unai dio algo de frescura y devolvió la credibilidad a un Rayo que pudo acortar distancias con un remate de Emiliano Velázquez, que se marchó desviado y que cerró las opciones del conjunto vallecano en un partido para olvidar.

Al final, la derrota del Huesca permite que el Rayo consiga ser campeón de Segunda División por primera vez en su historia, un logro levemente empañado por lo sucedido hoy en Tarragona. Se acabó la temporada y el Rayo, cuando vuelva a aparecer, lo hará como nuevo equipo de Primera División.