El Rayo suspendió en su partido ante el Cádiz. No estuvo a la altura, se estrelló contra su propia incapacidad de generación, no supo afrontar el "no juego" de los andaluces y desaprovechó las ocasiones que tuvo para ceder un empate que deja más que satisfechos a los de Alvaro Cervera y bastante fastidiados a los de Míchel.

El conjunto vallecano sabía que se le presentaba una oportunidad de oro para dar un golpe encima de la mesa derrotando a un rival directo tras lo sucedido en el Molinón. Su fútbol fue insuficiente, el punto sumado también lo es y la sensación es que, sí o sí, necesita mejorar diversos aspectos para conseguir uno de los carísimos puestos de ascenso directo a Primera División.

Ante el conjunto cadista, Míchel presentó un equipo bastante reconocible en su alineación inicial, buscó reencontrar al mejor Trejo, aprovechar el olfato goleador de De Tomás, seguir disfrutando del derroche físico de Fran Beltrán y futbolístico de Unai. Nada de todo esto fue suficiente. En la primera mitad, el conjunto gaditano supo nadar y guardar la ropa, aguantó bien las llegadas de los franjirrojos se encontró con un gol en contra tras remate de Trejo que se envenenó para superar a Cifuentes y logró igualar en su primer acercamiento con peligro sobre el portal de Alberto (anotó Barral). El resto del primer período fue un quiero y no puedo del Rayo, con Bebé fallón en sus intentos, con Embarba sin capacidad de desborde y con De Tomás como islote ofensivo ante las discontinuas llegadas de Alex Moreno por la banda izquierda.

El control del juego era evidente, pero la peligrosidad escasa, consumiendo una primera mitad que finalizaba en empate y que dejaba todo abierto para la segunda parte, que empezaría de manera diferente a lo vivido hasta entonces.

El Cádiz, durante los primeros compases de la continuación, se adueñó del balón, dirigió las hostilidades y, aunque apenas inquietó a Alberto, sí dejó sensación de querer ir a por el partido. Un espejismo, porque rápidamente se echarían atrás, vivirían a merced del Rayo, defenderían su punto y perderían todo el tiempo del mundo para desesperación de la parroquia local, que veía cómo se escapaba la opción de victoria ante un rival que no quería jugar a nada.

Así transcurrió buena parte de la segunda mitad, con el Cádiz parapetado atrás, tirando minutos y minutos a la basura, y confiando en que el acierto de los rayistas siguiera por el mismo camino. Así fue. Un balón que se paseó por delante de la portería de Cifuentes sin encontrar rematador, un pase de Baiano con poca fe desde la derecha y varios balones colgados al área sin ni siquiera llegar al nivel de ocasión de gol, serían la aportación ofensiva de un Rayo que no tuvo el empuje ni la constancia necesaria para aprobar un examen de nivel que le deja con sensación de mejora para el tramo final de una competición de locos como es la actual Segunda División. Habrá que repasar bien la lección.