Que el juego del Rayo es poco fluido, salta a la vista. Que la aportación futbolística de algunos jugadores franjirrojos está muy por debajo de lo esperado, es evidente. Que el nuevo entrenador, Rubén Baraja, tampoco ha conseguido 'dar con la tecla', es una realidad. La situación del Rayo Vallecano está lejos de aparentar normalidad y buena onda, algo que contrasta con las matemáticas, que sitúan al conjunto vallecano a "tan solo" cinco puntos de los puestos de promoción de ascenso a Primera División (eso sí, apenas uno por delante del Mmirandés, que ocupa puesto de descenso a Segunda B).
Las sensaciones que transmite este equipo no terminan de ser las mejores. Es verdad que ayer el Rayo mejoró en la presión y el empuje, que se vieron nuevos bríos por momentos y que algunos jugadores intentaron hacer cosas para romper la monotonía, pero nada de esto fue suficiente. Baraja se desesperó en la banda del Estadio el Arcángel corrigiendo posiciones, pidiendo intensidad o calma conforme transcurrían las jugadas. Gesticulaba, gritaba, se giraba para hablar con el banquillo... Baraja sabía que aún no ha conseguido 'dar con la tecla'.
Ayer volvió a situar a un lateral zurdo nato en su posición natural y recompuso la pareja de mediocentros con Baena y Trashorras. Además, devolvió a Ebert a zonas intermedias, más alejado de las posiciones de banda, dejando sentados en el banquillo a Miku, Diego Aguirre o Cristaldo, que en otros momentos fueron firmes alternativas para el técnico vallisoletano. Ayer el acierto no fue pleno, habrá que seguir esperando para que este Rayo ofrezca lo que Vallecas espera de él.