Opinión. Han pasado ya unos días pero mis ojos aún ven el ondear de banderas, mis oídos siguen escuchando los cánticos y mi corazón mantiene el ritmo constante y acelerado de la tarde del sábado. Han pasado unos días y otros están por llegar, otros parecidos, iguales o incluso mejores, en los que el Rayo no solo apriete, luche, pelee y juegue bien, sino que, además, también gane.

Ha llegado el momento de quitarse el sombrero ante toda esa gente que en la tarde del sábado volvió a soñar con el 'Matagigantes', todos aquellos que ante los zarpazos de las estrellas del Barcelona, que tendrían que vivir muchas vidas para entender este sentimiento, se revelaron, se revolvieron en sus asientos y lejos de caer derrotados se vinieron arriba y animaron más que nunca. Ole, ole y ole.

Esto es el Rayo, ante el Barsa y el Atlético, o ante el Elche y el Levante, en Primera o en Segunda, y varios miles de ellos también en Segunda B o donde correspondiera (que no lo veamos nunca). Esto es el Rayo y así seguirá siendo. Más que un club por su gente, más que un club por su significado, más que un club por su sentimiento, su orgullo, su imagen, su... corazón. Vallecas late, el Rayo vive.

Se apagaron los focos de las grandes ocasiones, los grandes medios empezarán a mirar de nuevo a otros lugares, buscarán protagonistas en Eibar, en Coruña o en Córdoba, se olvidarán de nosotros hasta que otro 'mastodonte' de estos que dirigen nuestra liga vuelva a aparecer por el barrio. Entonces volverán a ser protagonistas, lo que no significa que, entre tanto, Vallecas no siga viviendo el fútbol a su ritmo, con su gusto, con ese sabor antiguo de fútbol de verdad, de fútbol con mayúsculas. Un gran orgullo.

Únicos. En Vallecas son únicos, no quiero decir que sean los mejores (aunque a grandes rasgos lo crea), ni por supuesto los peores, simplemente diferentes, simplemente genuinos, simplemente del Rayo. Un sentimiento que se transmite de generación en generación, que se contagia cada vez que un 'incauto' se deja caer por los alrededores del Estadio de Vallecas en los días de espectáculo, porque, en definitiva, ese es el resumen más acertado condensado en una sola palabra: espectáculo. Da igual que el equipo juegue mejor o peor, mientras se deje todo en el campo, da igual que gane o pierda, mientras no pare de pelear, no importa si ante el Barsa o el Almería, Vallecas nunca deja solo a su equipo.

El caprichoso calendario de Primera da un descanso a las gargantas de los aficionados del Rayo, que no volverán a hacer rugir el barrio hasta el próximo mes, con la llegada del Eibar a Vallecas. En el camino, una semana sin fútbol y dos partidos de visitante harán relajarse a la Avenida de la Albufera, Teniente Muñoz Díaz, Payaso Fofó y Arroyo del Olivar, los cuatro límites físicos de un sentimiento, el de catorce mil almas (diez u once mil de los nuestros) encerradas entre las viejas paredes de un escenario único, con un único objetivo... ¡¡que bote Vallecas!!