Que nadie se lleve a engaño. El Rayo consiguió sumar tres puntos importantísimos en su lucha por reencontrar el camino perdido, pero lo hizo sin brillo, sin fútbol y sin un esquema que garantice la continuidad que en Vallecas se espera. Los de Baraja fueron un equipo plano que abusó de los envíos largos, que buscó con insistencia los centros laterales y que sufrió mucho más de lo que generó ante un Alcorcón que se va de vacío, aunque con sensaciones mucho más positivas. Los visitantes fueron mejores en todo menos en la definición y ahí se decidió el partido. Los alfareros, que jugaron un fútbol más ordenado y menos anárquico que los vallecanos, fueron desperdiciando ocasiones de gol y permitieron que el Rayo se mantuviera vivo en el choque más por su propia inoperancia, que por la creatividad de un bloque que sigue sin enamorar.

Para medirse a un rival directo en los puestos bajos de la clasificación, Baraja decidió dar de nuevo el mando a Trashorras junto a Cristaldo, manteniendo la línea defensiva con Quini, Rat y los centrales Dorado y Zé Castro. Gazzaniga, que sufrió las iras del público por su habitual parsimonia en la puesta en juego del balón y por la gran cantidad de errores en los envíos largos, sería al final el héroe del partido y eso nunca es una buena noticia. Si jugando de local, con la necesidad de ganar, el portero salva los muebles, todo indica que las cosas siguen sin funcionar. Si a esto le sumamos que el ambiente está tenso en su situación institucional y que empieza a cundir el desánimo en general, el panorama no se aclara.

Futbolísticamente, Baraja no ha aportado nada nuevo al juego del equipo. Mejor físico, sí, mejor ambiente en general, también, pero mismo resultado sobre el terreno de juego. Aun así, la victoria refuerza al grupo y, anímicamente, mejora por momentos, aunque lo haga a costa de la paciencia de la gente de Vallecas, que hoy volvió a mostrar su descontento con la forma de jugar del equipo, con las prestaciones de Trashorras y con los errores en los pases que tanto desesperan al aficionado medio franjirrojo. Dicho todo esto, el partido se resolvió en las áreas, que es donde tienen que decidirse las cosas según muchos. En la local, la figura de Gazzaniga brilló por encima del resto, con varias intervenciones de mérito que salvaron al Rayo. En la visitante, un remate de cabeza de Guerra y un gol de Cristaldo tras una gran acción individual de Miku, finiquitaron un duelo que mereció otro resultado.

Los visitantes 'hincaron la rodilla' ante la pegada del Rayo, que hoy sí apareció, y se marcharon del Estadio de Vallecas con la sensación, tan cierta como real, de haber sido superiores al cuadro vallecano para terminar cediendo tres puntos que daban un buen respiro al vencedor. El Rayo, en cambio, se contentó con la victoria, con la portería a cero, con el regreso de Baena y con dos goles que le sirven para afrontar el duelo ante el Nástic sin la presión añadida de los puestos de descenso, esos a los que insistentemente se asoma el conjunto vallecano. Victoria, sí, juego, poco. El Rayo no enamora.