Carta del director. Han pasado un par de días desde que en esta casa tuvimos una de las celebraciones más tristes y grises de nuestra corta vida. Ocho años no se cumplen todos los días y, pese a que hemos vivido momentos peores, mucho peores diría yo, nos pareció poco apropiado hacer una fiesta en un momento de debilidad de la franja. Quizá nos equivocamos, puede ser, pero fue la decisión que nos parecía más oportuna. La victoria deportiva del domingo ante el Mallorca y el paso de unos cuantos días, han servido no para curar heridas ni para solucionar los problemas internos, pero al menos sí para presentar una semana mucho más tranquila en el plano mediático, que visto lo visto ya es bastante. Ver la sala de prensa y sus alrededores repleta de medios de comunicación siempre es una alegría, bueno no siempre, pero ese es un cantar que hace muchos años dejamos aparcado y ahora no queremos volver a sacar. No nos interesa lo más mínimo.
Quisiera dar las gracias a todos los que a través de las redes sociales, en mensajes privados o cara a cara y de viva voz nos habéis felicitado por aguantar ocho años en la brecha. Como dice la mayoría, sin importar la división, con los mismos medios que el primer día (escasos por no decir nulos y siempre propios), con la misma ilusión que el primer día y con la misma 'gente' que el primer día. No voy a venir aquí ahora a decir lo difícil que es moverse en determinados círculos, cómo funcionan los entresijos de un club de fútbol, cómo se mueven los mercados de favores entre unos y otros y cómo se maneja la información. Ni mucho menos vamos a quejarnos del trato recibido desde dentro ni desde fuera del club. Muchos nos conocieron a su llegada, otros nos vieron venir y algún tiempo después, por sus propias circunstancias, tuvieron que marcharse, algunos todavía quedan por aquí. Muchos de nuestros lectores nos han seguido prácticamente desde aquel lejano septiembre del 2008 en el que echamos a andar. Desde entonces., PxR ha crecido en muchos aspectos, ha madurado y se ha convertido en lo que es ahora. Fruto del trabajo, la dedicación, el tesón, el esfuerzo, muchas horas de sueño robadas, muchos kilómetros recorridos para estar donde a muchos les hubiera gustado y donde, al final, casi nadie estaba (por no decir nadie). Todo esto basado en un principio que nos ha acompañado desde el primer día y que estoy seguro nunca nos abandonara, la independencia, esa palabra tan manida, tan usada, tan maltratada y, por lo visto, tan cara. Podemos decir, con la cabeza bien alta, que nunca hemos dado la espalda a ese principio. Nos habremos equivocado mil veces, y seguiremos haciéndolo, seguro. Habremos acertado en cientos de situaciones, que esperamos convertir en miles. Pero siempre lo hemos hecho pensando que estábamos en lo cierto o cerca. Seguramente nunca hemos sido los primeros en dar una noticia, más bien los segundos, e incluso los últimos (ya sabréis disculparnos), pero incluso siendo los primeros, pocos nos habrán visto celebrarlo. Normalidad, tranquilidad, pasar desapercibidos. Así es PxR.
Hoy, dos días después de lo que me hubiera gustado, vengo como todos los años a celebrar con nuestros lectores un nuevo año junto a la franja y van ocho, sí ocho. Sé que nos dolió el descenso, que nos duelen las malas relaciones, que nos duele ver situaciones inexplicables, lo sé. Nos duele Anoeta, pero ya pasó. Sin confianza en los que mandan en esto del fútbol, solo nos queda mirar hacia adelante y seguir luchando por un objetivo: ser felices cada vez que el Rayo juega. Ese es nuestro objetivo, confieso que siempre lo ha sido y muchas, muchísimas veces, lo hemos podido cumplir.
Me gustaría agradecer, como año tras año, la fidelidad de los que nos acompañáis desde hace tiempo en este largo viaje. Además quisiera dar la bienvenida a todos los que os habéis incorporado a esta locura llamada Pasión por el Rayo en los últimos tiempos, da igual que fuera con el ascenso, con la permanencia o con el descenso. Da igual que fuera hace tres años o tres meses. Gracias por hacernos más importantes de lo que somos. Gracias de corazón.
Por último, me gustaría cerrar estas líneas con el recuerdo a un hombre que, por cercanía, pero sobre todo por lo que significó para el Rayo, merecía mucho más que un ramo de flores en el centro del campo. En lo personal, trato exquisito. Hasta siempre, señor Peñalva, y aúpa Rayo, ¡qué carajo!
