Venía de vuelta de Salamanca mascando el sabor de la victoria, sintiéndome importante, feliz, eternamente feliz, tarareando un himno, una canción que da sentido a muchas cosas y que, una vez más, consiguió emocionarme y enamorarme.

No hay nada, nada, como escuchar 'la vida pirata' en Vallecas. Pero si hubiera algo parecido, ese "algo" está en Salamanca y en el corazón de los más de quinientos seguidores del Rayo que se dejaron la voz y el alma por animar a su equipo y que acabaron con 'borrachera' de sentimiento franjirrojo en las gradas de un estadio precioso y acogedor, que ya hemos adoptado (con el permiso de los salmantinos).

Y es que, ustedes me perdonarán la bravuconada, ni cinco Bernabeus o Camp Nous juntos son capaces de transmitir tanta energía. La semana pasada hablaba de lo incómodos que se sienten los rivales cuando visitan Vallecas, hoy hablo de lo cómodos que se sienten los nuestros sabiendo que Vallecas está detrás, incansable, burlona y divertida, muy divertida.

Lo del domingo fue un momento sublime. Tres minutos, apenas tres minutos de cántico en los que no pasa nada, todo está en calma entre estrofa y estrofa, el eco lo invade todo... ¡grande Vallecas!.

Volvía de Salamanca mascando el sabor de la victoria y recordando el gol de Aganzo del año pasado y el abrazo que nos dio en un córner volcado con la franja roja. Pensaba en lo mal que lo pasamos todos al final y en lo poco que aquellos que estuvieron presentes se merecieron aquel sufrimiento. Y buscaba entre cabezas de vallecanos y charros la de Marcos Márquez, para agradecerle que por una vez haya dejado de fastidiarme.

Volvía de Salamanca soñando con el ascenso, con la fuente de la Asamblea, con cabezas rapadas, pelucas horrorosas y caras pintadas... con lágrimas de las que hacen surco en la cara y en el corazón y con cruzarme de nuevo con los de la acera de enfrente y gritarles: "Es de Primera, el Rayo es de Primera".

En la Calle Payaso Fofó, rodeado de seguidores del Rayo, junto al estadio de Vallecas dejé aparcada mi euforia a la espera de encontrarme con ella el próximo sábado, cuando vuelva de Elche mascando el sabor de la victoria, sintiéndome importante y soñando con darme un baño en la Fuente de la Asamblea, ¡grande Vallecas!