Hoy tuvimos en casa un vecino inesperado, en el número 23 concretamente, uno de esos que nunca pasan desapercibidos. Un tío educado, que saluda cuando te cruzas con él en la escalera y que siempre responde cuando le preguntas algo en las zonas comunes de mi edificio. Uno de esos vecinos que no dan un solo problema, que nunca pone la música alta, ni siquiera hace ruido en las obras de su casa. Pero ¡Ay del que pille cerca cuando juega su equipo! Hoy hubo partido en el barrio y mi vecino lo vivió con intensidad, con nervios, con pasión. Protestó al árbitro, celebró el gol de su equipo y, seguramente maldijo el del Rayo (no le escuché porque yo también lo grité como miles de rayistas en mi comunidad de vecinos). Hubo muchos vecinos que se asomaron a la ventana para ver qué ocurría y sí, era él, el del número 23.

Alguien me dijo que mi vecino era un tío famoso, que se llamaba Jorge y creo que de apellido era algo así como Sampaoli, debe ser italiano o algo, o argentino quizá, no sé muy bien. Solo sé que se fue contento a medias y que los golpes que noté en la casa de al lado, la número 23, no han provocado ningún desperfecto en el edificio que tanto queremos, aunque siga siendo viejo muy viejo.

Le deseo lo mejor a mi vecino. Sé que fue una visita inesperada, porque por lo que me cuentan le gusta mucho más ser protagonista directo. Hoy vivió el partido en mi terreno, la próxima vez seguro que mis paredes no tiemblan.