El Rayo afrontaba un nuevo partido intersemanal con la cabeza puesta en lo ocurrido en Albacete, con la oportunidad perdida en Oviedo y con el 'revolcón', aunque quede más lejos, sufrido en Ponferrada. El Rayo sigue dándole vueltas a la cabeza para poder entender cómo es capaz de doblegar al líder en su campo y luego es incapaz de hacer lo propio con un Albacete en zona de descenso. La doble vida del Rayo tenía hoy un nuevo episodio de local en Vallecas, en ese estadio triste y apagado, por mucho que los futbolistas griten y los focos iluminen las vacías gradas.

El rival que nos visitaba esta noche es un 'viejo' conocido y contaba con caras que muchos recordaréis. El Fuenlabrada de Sandoval es ese equipo correoso, peleón y que te complica la vida y esta noche llegó a Vallecas con esa intención y con la presencia de ex-rayistas de cantera como Feullasier y Nteka, que no hace demasiado tiempo correteaban por la ciudad deportiva buscando un hueco que no terminaron por encontrar.

El Rayo, por su parte, volvía a rotar y lo hacía para dar entrada a Velázquez en lugar del sancionado Catena, pero también a Advíncula, Mario Suárez, Trejo o Ulloa en un once 'revolucionario' que buscaba seguir descargando las piernas de unos futbolistas que llevan un par de semanas jugando dos partidos en siete días.

El partido empezó con un Rayo que intentaba hacerse con el mando y con un Fuenlabrada que se reforzaba en torno a su línea defensiva para atraer la atención de los vallecanos. Los primeros minutos tuvieron dominio local, con varios centros laterales que nunca llegaron a buen puerto. Lo intentó Ulloa con un remate de cabeza forzado que se marchaba fuera y contestó el Fuenlabrada por mediación de Feullassier con remate cruzado que tampoco encontró portería.

El choque era intenso, muy físico y poco a  poco se empezaba a jugar a lo que querían los visitantes. El equipo se Sandoval se pertrechaba atrás con línea de cinco defensas, asfixiando a Trejo, el mejor en la primera mitad, y haciendo desaparecer a Pozo, Isi, Alvaro y, sobre todo, Ulloa. El Rayo había caído en la trampa de su rival y no sería capaz de salir de ella.

La intensidad daba paso a las patadas y las tarjetas, pero también al susto de la noche. Una acción dentro del área, en la que el colegiado Pulido Santana vio empujón de Saveljich, sería desperdiciada por Salvador al no acertar con el penalti. Dimitrievski detuvo el lanzamiento del centrocampista fuenlabreño para mantener en pie a un Rayo que, superado el susto en el ecuador de la primera mitad, intentó recomponerse a base de tocar y tocar el balón.

No mejoraba el espectáculo. El Rayo se estrellaba una y otra vez contra el muro defensivo de un Fuenlabrada que ya no volvería a inquietar a Dimitrievski hasta el descanso.

La segunda mitad empezó sin cambios, ni de nombres ni de planteamiento, ni de fútbol, ni de nada. El Rayo seguía viéndose incapaz ante un Fuenlabrada que tenía las ideas muy claras. Portería a cero y que llegara una, buscando además la desesperación de los de Iraola, que se veían impotentes para abrir un resquicio en el bloque azulón. El Rayo no jugaba fluido, apenas podía, y se equivocaba en el último pase.

Pasaba el tiempo y el partido seguía en el terreno que le gustaba al Fuenlabrada: sufrimiento cero para los de Sandoval. Entre tanto, Iraola intentaba, a falta de veinte minutos, dar nuevos bríos al equipo con la incorporación de Comesaña, Andrés Martín y Antoñín. Y le salió bien la jugada. Centro de Alvaro García y remate de Andrés Martín a la jaula. Quedaba poco más de quince minutos para sumar una victoria que no llegaba para premiar el fútbol del Rayo, aunque sí su insistencia y su pelea contra un muro.

Desde el gol hasta el final fue el Fuenlabrada el que dio un paso al frente y pudo haber empatado en una falta lateral peinada que despejó Dimitrievski sobre la línea y que serviría para montar una vertiginosa contra que remataría Antoñín para sentenciar el partido.

El Rayo ganaba ante un Fuenlabrada que terminaba hincando la rodilla en Vallecas.