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RAYO. Beltrán

Fran Beltrán, una herida imposible de cicatrizar

Otro ex, Jozabed, también regresa en una semana convulsa para el rayismo por la posible salida de Kakutá

Escrito por Miércoles, 09 Enero 2019

    Fran Beltrán vuelve a Vallecas tras su sorprendente marcha al Celta de Vigo en el mercado veraniego pagando la cláusula de rescisión.

    A los rayistas, a los vallecanos, los nacidos aquí o los adoptados con el paso de los años, siempre nos ha gustado pensar que la afición del Rayo es una afición diferente a las demás: única en su especie. Una que apoya al equipo gane o pierda. Una que no canta a los jugadores sino a una camiseta con una franja roja. Ni siquiera al actual escudo soñando con el regreso de la ADRV.

    La teoría es fácil de explicar. Pero la práctica es otra cosa. Porque el rayismo no es un ente desprovisto de sentimientos. El rayismo lo forman esos padres y madres orgullosos de haber dado a sus hijos el amor por lo franjirrojo; esos amigos que cada 15 días sufren con su equipo; o esos recién llegados que viven por primera vez la atmósfera de un club de barrio. El rayismo eres tú con tus buenos y tus malos días.

    Los más veteranos del lugar, esos que guardan en sus ojos y en su memoria la historia del Rayo, se sabían de memoria el once titular porque, por entonces, los jugadores permanecían muchos años (cuando no toda su vida deportiva) en el mismo club. Se podría decir que Cota fue el último de esta rara avis que ahora se llama 'one club man'. Podríamos meter también a Míchel I de Vallecas si nos olvidamos de su exilio ('forzoso') en Murcia y Málaga. Y ahora mismo Embarba es el más cercano a esa concepción. Pero seamos sinceros, todos esperábamos que Fran Beltrán fuera uno de ellos.

    Un chico que despuntaba desde cadetes. Un joven que paso su etapa juvenil en división de honor y en tercera y antes de acabarla ya había debutado en Segunda División con el primer equipo. Un 'todocampista' con una proyección bárbara y que en verano causó una de las heridas más profundas al rayismo que yo recuerde en las últimas décadas.

    Su salida al Celta de Vigo fue tan inesperada como dolorosa. Nadie entendió su decisión después de decir a bombo y platillo que su sueño era debutar en primera con el Rayo. Ni dos semanas después de declarar su amor a la franja ponía rumbo a Vigo. Se equivocó. Se equivocó con las declaraciones y con la forma de salir. Porque si el club lo había menospreciado con salarios, contratos o fichas del filial, el momento de haber hecho públicas las vergüenzas del Rayo de Martín Presa era precisamente ese. Mintió a la afición y le faltó valentía para denunciar lo que todos ya sabemos: que el Rayo es un club de regional institucionalmente hablando (y que me perdonen los equipos de regional).

    El paso del tiempo no ha servido para cicatrizar una herida que probablemente nunca se cierre. Y menos si Beltrán tiene el recibimiento que parece que tendrá el viernes en su regreso a Vallecas. Una buena mayoría de rayistas optaremos por la indiferencia. Fran Beltrán lo dio todo por la franja como profesional, incluso en circunstancias personales muy duras, pero cuando llegó el momento priorizó su carrera a una afición que le idolatraba. Está claro que de eso no se come. O sí, nunca lo sabremos. Pero quitarle al fútbol la faceta de los sentimientos es robarle su propia esencia. Por eso respetaré, aunque no comparta, la decisión del que decida silbarle y que dejará patente que al rayismo le dolió su salida.

    Todo cabe menos el insulto hacia alguien que ha querido mejorar en su vida laboral para tener un futuro mejor. Aunque después de escuchar cómo se recibió a Leo Baptistao, hace ya un tiempo, o a Coke, más recientemente, ya me espero cualquier cosa. Después de todo quizá no seamos una afición tan diferente a las demás.

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