Opinión. Probablemente no sea el partido más bonito del mundo, bueno, seguramente no lo será. Es verdad que no será el partido del siglo, ni del año, ni siquiera del mes y, para muchos, tampoco el de la jornada. Es probable que no lo sea. No habrá mil cámaras pendientes del césped, ni doscientas enfocando a las gradas, ni nadie pendiente de los gestos de este o aquel jugador. Seguro que no, pero pese a todo, el domingo, sobre el césped de Vallecas, se jugará el mejor partido del mundo a ojos de un vallecano y a ojos de un gaditano, o viceversa, pongan ustedes el orden. Así es esto del fútbol. Basta con que dos grupos digan ser amigos, con que cientos de personas se sientan unidas por una filosofía de vida, por una manera de entender las cosas más sencillas y las más complejas, y entonces el milagro se obrará. Lo del domingo será, por encima de todo, una fiesta. Sí, de esas que por desgracia escasean en muchos momentos, de esas que deberían ser la norma y no la excepción, de esas que alegran la vida a quien las vive y enorgullece al que tiene algo que decir al respecto. El domingo, habrá intercambio de bufandas, camisetas con colores cruzados, con escudos entrelazados representando la unión de dos hinchadas, de dos aficiones que sueñan con ver a los suyos muy pronto dando guerra en el Bernabéu, en el Camp Nou y en el Calderón o el Pizjuán.

Han pasado unos años desde que estos dos históricos de nuestro fútbol cruzaron sus caminos en partido oficial (no tanto desde que los amarillos visitaran el Trofeo de Vallecas) y les echábamos de menos. Se echaban de menos esas previas de abrazos, de alegría, de hermandad y compañerismo. Esas previas de tranquilidad, paz y armonía. Esas previas en las que todos disfrutan, desde el más pequeño hasta el que ya está volviendo tras el camino más largo. El domingo es la cita, es el momento. Vallecas y Cádiz volverán a unir sus corazones, sus sangres y sus venas, Cádiz y Vallecas volverán a gritar al cielo madrileño que sus equipos son lo mejor del mundo entero. Volverán a gritar que, sin duda alguna, estamos ante dos de las mejores aficiones de este país que vive por y para el fútbol, pero que tiene por costumbre olvidar la esencia del mismo: su gente. Me gustaría que el domingo pudiésemos disfrutar del partido más bonito del mundo, el partido del siglo, el del año, del mes y de la jornada y que, aunque no haya mil cámaras pendientes de nada, mi gente, la de aquí y la de allí, regrese a casa con la mayor sonrisa posible en su rostro. Así es el fútbol, así es Vallecas, así Cádiz y así un Rayo-Cádiz que, como poco, nos trasladará al fútbol de siempre. Bocata, cerveza, gol... ¡a disfrutar!