Paco Jémez afronta el momento más trascendental de la temporada intentando dar confianza a todos sus jugadores. El técnico franjirrojo sabe que ahora más que nunca depende de dos actores principales, su plantilla y la afición del Rayo. De la primera se encarga él, la segunda se cuida sola. Y es en esa labor de mimar al máximo a sus jugadores donde nos encontraremos al Jémez más cabal, más pausado, más pacificador. El entrenador del Rayo no quiere ningún descuido, sabedor de la necesidad de "aguas tranquilas" para conseguir que su club salga del atolladero en el que se metió hace algunos meses y del que tanto está costando salir.

Así se lo ha transmitido a sus jugadores, intentando quitarles presión pero sin desactivarlos, intentando mantenerles en tensión pero sin agobiarles. La victoria ante el Valencia fue el bálsamo definitivo que necesitaba un vestuario al que ha regresado la serenidad. Pero que nadie entienda mal y confunda esa calma creyéndola relajación. Baste presenciar un entrenamiento del equipo para comprobar la intensidad y las ganas que demuestran todos los jugadores vallecanos que, con su entrenador al frente, se creen capaces de lograr el objetivo de la salvación.

Para conseguirlo, el camino está marcado: serenidad y cabeza fría, trabajo intenso y fe. Jémez no quiere descuidos y los jugadores están dispuestos a dejarse todo por salvar al equipo, con el apoyo de su afición, esa que nunca falla.